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Crónica del concierto de Unisonic en Madrid (12-10-2012)

Desconectado El Pableras

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Os la transcribo de mi blog:

Concierto de Unisonic en Madrid, 12 de octubre de 2012:

Un escenario modesto, un fondo en el que se leía "Unisonic", unas luces azules y "La cabalgata de las Valkirias" de Wagner atronando en la sala. Aquello era real. El concierto estaba a punto de comenzar. El batería estaba en su sitio.

Empezó a rugir una guitarra, le siguieron unos golpes de batería y explotó la canción "Unisonic" en nuestras narices. La gente estaba entusiasmada. Por fin, de entre las sombras, apareció el mítico, el irrepetible, el escurridizo... Michael Kiske, micrófono en mano, animando al público y regalándonos su voz a los suertudos que estábamos allí.

Como suele pasar, sobre todo tan cerca del escenario, lo que menos se oía era la voz, pero aún así se oía. Y aunque yo me esperaba un Kiske cascao y cansado, aquel era un Michael Kiske en toda regla, cantando a grito pelao, animando sin parar, moviéndose por todo el escenario, llenándolo con su energía y su cachondeo y cumpliendo el sueño de muchos de los que estábamos allí, después de tanto tiempo y sin defraudar en absoluto.

Yo temía no enterarme de nada. Ya sabéis que cuando uno espera algo así mucho tiempo luego está allí y parece que lo esté soñando o viendo en la tele, que no termina de creérselo. Así que allí estaba yo, con mi circunstancia, convenciéndome a mí mismo de que aquello era real y que estaba pasando en aquel momento. Yo no sé si bailé, si grité o si canté más o menos, yo sólo puedo decir que durante medio concierto estuve con esta cara:  *_*

Me sentía una adolescente loca en un concierto de los Backstreet boys (o de Justin Bieber, para las nuevas generaciones), con una cara de tonto que no podía con ella y simplemente disfrutando lo máximo posible de un momento único en mi vida que no llegaría a durar ni dos horas. Estaba dispuesto a disfrutarlo al máximo y así lo hice.

De vez en cuando le comentaba flipaúras a Jose y él me las devolvía porque estábamos los dos alucinando. Cuando ya empecé a centrarme más en el concierto en sí, descubrí que aquello que estaban haciendo era un conciertazo.

Tocaron casi todas las canciones del disco, un disco que a mí me gusta pero que no me parecía algo espectacular, pero cuyas canciones en directo resultan ganar muchísimo. Unisonic combina la fuerza con la belleza y la dureza con la simpatía. Su directo es pura energía y una descarga de buen rollo.

En "Never too late", que tiene trocitos más relajados, pudimos oír muy bien la voz de Kiske y el estribillo animaba mucho a la gente por la alegría que transmite. Teníamos justo enfrente a Kai Hansen y el tío no paraba de sonreír y de animar a la gente. Se notaba que lo estaban disfrutando de verdad y un concierto con un ambiente así es una gozada.

Arrancó "King for a day", que es una canción que me gusta mucho por la evolución de las estrofas y además tiene ese aire pesado y muy heavy del ritmo. El batería se salía del pellejo y yo con él, que ya sabéis por otras crónicas que acostumbro a veces a seguir el ritmo de la batería con aspavientos propios de un tío de estos que aparcan aviones con los pirulos esos de la guardia civil.

La gente se volcaba con Michael coreando su apellido cada vez que tenía ocasión. (Al resto del grupo no sé si les hacía mucha gracia eso, ¡pero nos daba tres leches!)

Cuando acabó la canción Michael empezó a hablar, y como estoy en la escuela de idiomas aprendiendo inglés cogí un par de palabras, pero en general no me enteré de nada. Estaba presentando, por lo visto, una canción antigua, de cuando se juntaba con Hansen en Helloween. Dijo el nombre, pero me lo tuvo que repetir Jose porque no lo había escuchado bien o no me lo creía del todo: Era "March of time". Empezó el riff y se me cayeron los palos del sombrajo.

No recuerdo que tocaran la intro de la canción o a lo mejor es que tengo lagunillas por el alucine generalizado. "March of time", una de mis canciones preferidas de Helloween y que desde hacía eones que daba por hecho que nunca oiría en directo. Es una canción que no me esperaría ni en un concierto de Helloween, por lo que imagináos mi sorpresa al oír que la tocaban. Claro, esta canción no es cualquier cosa, es que además está a unos tonos altísimos, y allí estaba Kiske para pegar bocinazos por doquier. Y qué decir del solo de Hansen... marvelous (con voz de Sara Montiel). Así que allí estaba yo, requeteflipado ya para unas semanas, desgañitándome con cada frase. (Debería marcar en negrita todo este párrafo porque fue the acojoning part del concierto).

Siendo tan majo y tan salao, el señor Kiske dejó que nuestras cuerdas vocales y tímpanos se relajaran, tocando "No one ever sees me", una balada muy de su estilo, que es su aportación compositiva al disco. Una vez más, una canción que en directo gana mucho. Y es que claro, qué mejor oportunidad que una balada para poder oír en condiciones a Kiske cantando. Y siendo como son ellos, pues además la canción fue una mezcla de emotividad y cachondeo entre colegas, con los aspavientos de Kiske para que la gente siguiera el ritmo en plan romanticón everybody.

"Star rider" venía después, con ese característico ritmo de batería y con los coros de los músicos. Es una canción que anima bastante porque tiene ese rollo como de himno, aunque claro, para himno, "We rise", que fue a continuación. Se estaba juntando entre canción y canción una declaración de intenciones de las que siempre han impulsado estos músicos, tanto en Helloween como en solitario: Que la fama viene y va, que puede haber un mundo mejor, que debemos ser libres y, desde luego, que nadie debe cambiarnos.

Así llegamos a "Never change me", una canción que ante todo supone buen rollo. Un tema para levantar el ánimo y bromear con el público y que, como suele pasar, era la que menos me gustaba del disco y fue la que más me gustó del concierto. Y es que cómo me iba a resistir a esa alegría, ese buen hacer de unos grandes músicos ¡y a Kai Hansen cantando las frases de puente! con su voz única de enano de Avantasia. Además el tío empezó a enrear con el público en mitad de la canción para que la gente repitiera lo de "No!, you'll never change me tonight" y en una de ellas dijo algo así como "¿Qué le decimos al Gobierno...?" y con el dedo parriba en plan cornamenta. Un poco de denuncia social no viene mal, y menos si es de parte de unos alemanes. La canción se convirtió en un chute de energía y diversión para los que estábamos allí disfrutando de aquel conciertazo.

Y así se fueron del escenario en plan "Agradecida y emocionada" de Lina Morgan, dejándonos con ganas de mucho más. Se sabe que hay un bis y la gente corea nombres y canciones, coros de fútbol y palmadas al aire. Nos han puesto la miel en los labios incluyendo una versión en directo de "I want out" en el EP Ignition y claro, ya no pueden quitarnos esa ilusión.

Aparece Kai Hansen y se pone a tocar un solo de guitarra. Recordemos que es el laureado Kai Hansen de toda la vida a apenas unos palmos de mis pestañas dedicándonos un paseo por las cuerdas de su hacha. Genial. Y encima el tío se pone a tocar un rollito muy de halloween, con lo que Jose y yo nos mirábamos con la esperanza de que tocaran el temazo del mismo nombre de su anterior banda. Quizá era mucho pedir, pero vamos, que lo que venía detrás no era para quejarse. He dicho antes eso del mensaje de un mundo mejor y ahí estaba, comenzando, la mítica "Future world", otro desafío para las cuerdas vocales de Kiske y que aprobó con nota, pero que ya nos daba igual porque lo que estábamos haciendo era disfrutar como enanos de aquel espectáculo. Porque además "Future world" es una canción de buenrollismo que sirve sobre todo para enrear con el público, para hacernos cantar, gritar, bailar, dar palmas, vociferar e imitar las cositas que nos digan nuestros profesores de batuka preferidos. Y en medio de todo eso, como quien no quiere la cosa, un trocito de "Blue suede shoes" de Elvis Presley. Ya sabíamos que a Kiske le gusta mucho Elvis y no fue la única vez en el concierto que se arrancó con un tema suyo, aunque siempre algún cachito sólo, por enrear.

Y entonces llegó la inevitable "I want out" haciendo las delicias de pequeños y mayores. Como el propio Hansen dice, presenciar en directo a Michael Kiske y Kai Hansen tocando "I want out" no es presenciar una versión del clásico de Helloween, ¡sino vivir la versión original! Y no puedo estar más de acuerdo, ya que es suya, pero yo me quedo con el recuerdo de haberla vivido tanto con Helloween como con el compositor y el cantante originales. Para mí se cierra un ciclo abierto hace ya muchos años (y para Jose, claro), que empieza en 1998 cuando escucho por primera vez la canción, que tiene como punto de inflexión el concierto de Helloween que presenciamos Jose y yo en 2005 y que culmina en esta apoteósica interpretación que da fin a un concierto único y por siempre memorable.

Y así se fueron y nos dejaron coreando sus nombres y pidiendo otra, otra, otra, aunque aquí Jose y yo siempre decimos "tooodas, tooodas, tooodas...", y es que no nos hubiera importado quedarnos allí tres días escuchando todo lo que estos músicos tienen en sus repertorios de largos años de carrera y éxitos.

Extasiados y mediodesgañitados como estábamos, nos sentíamos raros, porque ahora llegaban Gotthard y, como he dicho al principio, nos daban más o menos igual. Pero quizá, precisamente por eso, decidimos terminar de relajarnos y disfrutar lo más que pudiéramos del concierto que vendría a continuación. Y es que si algo saben Gotthard es hacer disfrutar a la gente con un heavy rock clásico de estos que gustan a la primera escucha, estrenando un gran cantante, con un guitarrista saliéndose del pellejo y unas canciones (aunque sólo conocíamos un par de ellas) que nos llenaban de energía. No puedo extenderme con la crónica de Gotthard ya que es un grupo que apenas conozco, pero desde luego nos hicieron pasar un buen rato y es un grupo muy recomendable.

En general, la noche en La Riviera estuvo cargada de emociones con los conciertos que presenciamos. Gotthard nos hicieron comulgar con el rock de toda la vida y Unisonic nos meció en un conjunto de sensaciones entremezcladas con la nostalgia. Un concierto para el recuerdo, con unas canciones llenas de energía y sentimiento, un Michael Kiske animado y divertido (sus gestos como de atrapar moscas y sus bromas fueron el plato fuerte) y con músicos y público disfrutando juntos de una música que es nuestra vida.

Nota: Esta es la crónica del concierto, si tenéis curiosidad sobre mi experiencia personal preparando el viaje y tal, hay una primera parte de esta crónica en el blog (y habrá una tercera):

http://pablerasware.wordpress.com/2012/11/16/el-dia-que-vi-a-michael-kiske-1a-parte-el-reencuentro/
¡A aaaaah!


Desconectado Aceman

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Impresionate, muy bien relatado casi he sentido lo q tu viviste!! enhorabuena!!


Desconectado El Pableras

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